De Cali a Buenos Aires: Jairo Varela

"Que bueno sería que Buenos Aires, que es como nuestra capital latinoamericana, se transforme en la meca de la salsa" De visita por estos pagos el director y creador del Grupo Niche habla sobre su historia y la de la salsa sudamericana.

Publicada en Rolling Stone Colombia en el 2008.








Más latina que nunca. Desde aquella crisis financiera que dio por finalizado el sueño neoliberal, con la inseguridad al frente de la agenda mediática, el paco (pasta base), el hip hop, el reggeton, los pantalones anchos y las viseras llegando a los barrios de la mano de la aparición de sicarios, secuestros, narcotráfico y el aumento del llamado “gatillo fácil” (forma argentina de limpieza social) como parte del lado B de una Buenos Aires global invadida por constantes huestes de nuevos residentes extranjeros encandilados por las luminarias (y los accesibles precios en dólares o euros) de la Reina del Plata.
Al compás de un fervor inmobiliario y cultural que cada vez marca más fuerte la brecha insalvable entre los que pueden y los que no, con un tipo de cambio que alienta las exportaciones de soja y el turismo, y un gobierno que ha fomentada la inmigración desde otros lados de Latinoamérica, todavía a medio paso del sueño desarrollado de Estados Unidos o Europa, pero sin tantas restricciones legales y culturales, la ciudad se ha transformado más que nunca en la meca de bolivianos, peruanos, colombianos o venezolanos.
Ya es casi imposible comprar verdura sin entablar paciente diálogo con las regordetas y simpáticas mamitas bolivianas, se multiplican las bandas de sikuris y muchos jóvenes argentinos (que a falta de dinero para viajar a Europa recorren los países vecinos) han comenzado a fusionar el rock con la cumbia o el waino. Se vende tinto colombiano en la feria de San Telmo, se escucha el acentico paisa en los puestos de artesanía, los subtes muestran mochilas coguis, tamboras y gaitas, hay platanos, rocotos y panela en las tiendas, y el tradicional barrio del Abasto (ahí donde nació Carlos Gardel) se ha convertido en centro de pollerías y cevicherías peruanas.
Es por allí donde comenzaron a empapelarse las paredes con la noticia: por primera vez en la Argentina, directo desde Colombia, el Grupo Niche.

Dejando de lado el ostracismo que lo ha alejado de los escenarios desde hace varios años, Jairo Varela llegó a Buenos Aires con el resto de la agrupación varios días antes del show, con la intención de recorrer la ciudad.
“En tres días no es mucho lo que uno se puede informar. Pero encantado, pues es una gran ciudad definitivamente”, explica el fundador, compositor y productor del Grupo Niche.
“No he viajado últimamente con la orquesta porque estaba con algunas producciones musicales, pero me motivó el hecho de que veníamos para acá. Que bueno que el género esté incursionando con fuerza. La incidencia de traer otras costumbres, otras músicas. La salsa es realmente como la manera de comunicarnos de nosotros, los latinoamericanos, y Argentina no puede quedar fuera de ese contexto.
Yo apenas me estoy desayunando, pero parece que el movimiento es importante. Que bueno sería que Buenos Aires, que es como nuestra capital latinoamericana, se transforme en la meca de la salsa. Vamos a hacer todo el esfuerzo en regresar en abril al Luna Park con el Gran Combo de Puerto Rico. Nada es gratis en la vida y habrá que seguir subiendo ciertos peldaños para que las cosas se sigan dando,”, aclara.
Dice estar un poco al margen de la actualidad del género. “Particularmente no me llama la atención en el sentido de afinación, la orquesta, la dinámica y el profesionalismo en una tarima, pero son cosas que se van adquiriendo con el tiempo”, opina exigente con respecto las bandas jóvenes (usando como ejemplo a La 33). Y refiriéndose al reggeton: “lo acepto como cambio generacional, pero que se queden en el gusto del público ya depende de ellos mismos, porque tiene sus falencias en el lenguaje y en la afinación. Profesionalmente no está en los 440, y cositas asi”.
“Más bien me fijo que está pasando en otros géneros, porque la música es una sola. Aquí en Argentina existe el rock en español o la balada pop, pero al final es un mensaje el que se piensa plasmar en la mente de todos, con diferentes ritmos”, asegura.
¿Y cuál es el mensaje del Grupo Niche?
“Es un mensaje sano. No molestamos a nadie. No herimos susceptibilidades. Yo soy una persona humilde que tuve una suerte inmensa de haber sido criado por una madre que era prohibido hablar mal en mi casa. Entonces no acudo a bajezas para impactar. Siempre aspiro y espero que el mensaje sea claro diáfano, directo, sin tantas vueltas. Y definitivamente algo importante tiene que haber sucedido porque los seguidores que tiene la orquesta en todo el mundo son muchos. Y nos hemos dado gustos, considero yo importantes, de actuar en los templos. En el Madison Square Garden, Teatro Griego, festivales de la Calle 8, en México, Perú, Alemania, Holanda, España Italia, Panamá, en todos lados. Y ahí estamos con la idea de seguir vigentes. Es una responsabilidad y un compromiso con nosotros mismos, con nuestro país, con el arte que se desarrolla en Colombia”, responde.
Del pequeño portafolio que lleva aferrado por las calles de Buenos Aires extrae un puñado de hojas impresas. Es la causa de su desaparición de los escenarios, además de las producciones con las que viene colaborando (incluyendo el nuevo disco del Grupo Niche que saldrá en abril y se llamará Robando Sueños).
“No es una autobiografía, sino un libro que yo aspiro sea una mensaje costumbrista de mi tierra. De pronto tiene algo de política, porque no se si tu te das cuenta que mi país lidera las estadísticas a nivel mundial de desplazados, casi tres millones y medio de personas que han sido ejecutadas sin tierra y que están sufriendo en este momento en carne propia el hecho de no tener nada. Nada es nada. Y no se por qué nuestro gobierno quiere rebautizarles como desarraigados. Es una situación bien grave que hay que denunciar”, aclara y comienza a recitar: “Hoy seis de septiembre del 2008 nace en mi imaginación lo que el destino ha querido bautizar como Luces Negras, no es un capricho en la naturaleza ni es tinta indeleble que fácilmente se diluye, no. Antes, por el contrario, es el sacrificio desposeído de toda sindéresis que no deja que nada quede en el olvido. Es quizás la desesperanza que vaga sin poderse aferrar un sueño. Aquel sueño que todos idealizamos y que con mucha razón hace creer que nos sentimos con los mismos derechos, que por motivos ajenos a nuestra voluntad se ven truncados, sujetados a cadenas hoy invisibles, cuyo único papel es, y ha sido siempre a tráves del tiempo, de estar ahí como testimonio mudo e impávido de la historia…”
“No ha perdido el sabor de la calle porque sigue siendo humilde, cuando quiere respirar camina por un barrio popular, habla con la gente y si puede ayudar en algo, ayuda”, comentó alguna vez Humberto Valverde sobre él. Así dialoga con los fanáticos peruanos recordando el concierto en el Campo de Marte o con algún caleño acerca de la ovación con la que fue recibido a la salida de la cárcel, el reciente infarto que lo ha dejado sin fumar los clásicos piel roja y alguna anécdota sobre Hector Lavoe mientras comenta la participación argentina en la historia de la salsa a través de cantantes como Leo Marini o Carlos Argentino de la Sonora Matancera.

En una megadisco del barrio de Pompeya (barrio tanguero por excelencia), el Grupo Niche despliega lo mejor de su repertorio ante un nutrido grupo de fanáticos de Colombia, Perú, República Dominicana, y por supuesto, Argentina.

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