Chile 30 años: Balance de una dictadura



Año 2003. Tres décadas después del comienzo de la dictadura de Pinochet, en medio del aniversario de la muerte de Salvador Allende, salgo a la calle en busca de algunas claves para descifrar porque Chile es un país modelo. Para algunos de lo que debe ser una economía. Para otros, de lo que no debe ser una sociedad.



(Publicada por Hecho en Cali en Mayo del 2006. Foto  de María Clara Uribe)



Una de las cosas que más le puede llamar un extranjero la atención al pasearse por Santiago de Chile, son los "pacos". Salidos de Robocop o de alguna versión cinematográfica del 1984 de Orwell, los policías chilenos están en todos lados, enormes, impecables, con sus pistolas y bastones bien a la vista, caminan con un paso que detenta una única cosa: poder (1).
La primera sugerencia que casi todos los chilenos te hacen al llegar al país es tener cuidado con ellos. La policía chilena, te advierten, no es como la del resto del mundo. Te pueden llevar preso si te pescan tomando, orinando, tocando tambores o repartiendo panfletos en la calle. “Cada vez que la expresión popular está por salirse un poco de cauce aparecen los pacos”, me dice Pancho, ingeniero ambiental y ex dirigente de la juventud comunista.
Todos les tienen pavor pero, paradójicamente, confían en ellos y los llaman ante cualquier inconveniente (2). Tienen fama de incorruptibles y son consultados diariamente por los medios. Opinan de todo, hasta de política. Quizás por eso, Santiago es la capital más segura de Latinoamérica.
En el centro de la ciudad, un grupo de una comunidad humanista me invita a participar de su "Test de Condicionamiento". Saco de una urna un papel que dice: “abrazar a un desconocido”. Espero a que alguien pase y le digo: “Disculpe ¿Puedo abrazarlo?”. La gente se aparta, me llama maricón. Recién al octavo intento, una colegiala me permite hacerlo con desconfianza.
“Nuestro objetivo es hacer algo para que caigamos en cuenta en el estado en que nos tienen”, me dice Isaac, miembro del grupo. “Nos metieron en la cabeza que este país es fabuloso y que la felicidad se consigue persiguiendo al sistema. Y esto ha generado un trato impersonal, porque lo único que interesa realmente es lo externo. Nos han llevado a olvidarnos de nosotros mismos”.
“Lo único que realmente importa en Chile es tener un buen par de zapatos lustrados”, me dice Julio, propietario de una pequeña empresa constructora. “Es un país de hipócritas”, me afirman sin dudar la gran mayoría de los entrevistados para esta nota.
Y quizás una de las muestras más sangrantes de esta hipocresía es que a pesar de ser el país más desarrollado y moderno de Latinoamérica, Chile está muy lejos de alcanzar niveles aceptables de educación, salud o distribución del ingreso.
Según datos de la CEPAL (3), el desempleo llega al 10,2% de la población, la pobreza al 20,6%, y la indigencia es del 5,7%. Niveles que si bien pueden resultar satisfactorios para el resto de los países latinoamericanos, están muy por encima de los de los países desarrollados.
Pero la parte más grave se da en torno a la distribución de la riqueza. Mientras el 10% más rico de la población se apropia del 40,2 % de los ingresos totales del país, el 10% más pobre capta sólo un 1,7 %. El ingreso per cápita de los ricos equivale a 39,7 veces el de los pobres, que ganan en promedio 18.732 pesos chilenos, apenas un poco más de los 16.000 pesos que los hospitales públicos cobran para que a uno lo atiendan en una sala de emergencia. Tanto la educación como la salud que brinda el estado es arancelada en Chile.
El gasto público chileno en Salud representa el 3,1% del PBI, frente al 5,4% de España, el 5,1% de Uruguay, el  4,7% de Argentina, o el 4,3% de Bolivia. Datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestran que en Chile hay 116 físicos cada cien mil personas, frente a 436 en España, 375 en Uruguay, 294 en Argentina, y 130 en Bolivia. "Para estudiar hace falta mucho dinero, o acceder a créditos estudiantiles que luego se hacen casi imposibles de pagar", me explica Pancho, quien a pesar de haberse recibido hace tres años no ha logrado encontrar un trabajo que le alcance para cancelar al menos los intereses de la deuda que mantiene con los bancos a través de la universidad..
El estudio International Adult Literacy Survey, realizado por la OECD mostró que la mitad de la población de Chile entre 16 y 65 años posee una capacidad insuficiente de lectura de documentos en un nivel básico, cuando el promedio mundial es solo de entre 10% y 20%. Las personas que poseen capacidades lectoras apropiadas para la era de la información sólo llegan al 10% (en la mayoría de los países son el 50%).
El estudio concluyó que los grupos más privilegiados del país (los profesionales y gerentes chilenos) poseen capacidades de lectura de documentos equivalentes a las capacidades del promedio de la población de Nueva Zelanda, e inferiores al habitante promedio de Holanda o la República Checa.
En el test de matemáticas, Chile ocupa el lugar nº 35 entre 38 países participantes. El 25% de niños con los mejores resultados no alcanzó la media general de todos los países. En Ciencias, Chile ocupa el lugar 35, por debajo de Túnez, Turquía e Indonesia.
"Chile no es un país desarrollado, y para darse cuenta solo hace falta ver los niveles educativos, culturales, y el esquema de clase dominante que aún sigue imperando", opina el escritor Jaime Valdivieso. “En este país la cultura ha quedado relegada a una pequeña elite, y salvo honrosas excepciones, cualquier expresión cultural que sea diferente es automáticamente discriminada y apartada del resto de la sociedad”, me dice una socióloga experta en medios que prefiere no ser mencionada. A la hora de explicar la debacle educativa y cultural, los dos, al igual que muchos de los entrevistados para esta nota, apuntan a un solo nombre: Pinochet.

Golpe a la cultura.

En 1970, en su discurso inagural ante las Naciones Unidas, Salvador Allende aclara: “vengo de un país con dos premios noveles en literatura, Pablo Neruda y Gabriela Mistral, los dos nacidos de una familia obrera”. Durante su gobierno se editaron ediciones de bolsillo de grandes clásicos o se hicieron experiencias de arte callejero como los murales de la brigada Ramona Parra, en los que participaron entre otros Roberto Matta, uno de los más emblemáticos pintores del movimiento surrealista.
La nueva canción chilena había llegado a su máximo esplendor, rescatando las tradiciones folklóricas del país de la mano de Violeta Parra, Víctor Jara, Los Jaivas y Quilapayun. En 1972, quinientas obras de importantes artistas internacionales como Joan Miro o Antoni Tapies fueron donadas al gobierno chileno para crear el Museo de la Solidaridad Salvador Allende.
Pero el auge no sólo fue cultural. Se repatriaron las minas de cobre, uno de los principales recursos de la economía chilena, se garantizó medio litro de leche por niño y se crearon universidades técnicas para los trabajadores (4). En 1973 el gasto público en educación alcanzó el nivel más alto de los últimos 30 años (7,2% del PBI), lo que permitió en 1974 lograr el récord histórico de alumnos matriculados en el nivel básico de enseñanza (5).
 “En los 70s, los gobiernos de Frei Montalva (Eduardo, de la Democracia Cristiana) y de Allende intentaron cambios muy trascendentales en lo que se refiere a la estructura del estado. Fue el último intento de generar una sociedad de bienestar en Chile”, me dice Ignacio Balbontín, asesor del presidente Ricardo Lagos y miembro del Grupo de los 13 (6).
“Lo que quería hacer Allende era algo impensado para los que siempre han gobernado acá que son los latifundistas, la gente de derecha” me dice Isaac, del grupo humanista. "Entonces vino el golpe y mataron no sólo las ideas, sino también la cultura y el arte. De la forma más sencilla: mataron a la gente que hacía arte”.
Durante la dictadura se quemaron los originales del disco "La Cantanta de Santa María de Iquique", obra emblemática de Quilapayun, se allanaron y saquearon las casas de Pablo Neruda en Santiago y Valparaíso, los cuadros del Museo de la Solidaridad Salvador Allende acabaron en la bodega de la facultad de Bellas Artes, húmedos y polvorientos.
“La dictadura chilena tiene connotaciones especiales”, explica Balbontín. “Dado el sistema institucional vigente en Chile, que es unitario, Pinochet generó una estructura en donde tenía dominio sobre cada uno de los chilenos. Hubo años completos de estado de sitio, con un sistema militar que aplicó normas de ocupación (7). Y eso se traduce mas allá de los detenidos o desaparecidos (y de la cantidad increíble de exiliados que fueron más de un millón de personas en una población de apenas 10 millones), en una tortura física y psicológica que yo creo que todavía, a 15 años de terminada la dictadura, no se puede alejar de la cultura chilena”.
 “Aquí hubo una revolución de derechas que cambió completamente el mapa social e institucional del país, basado en un modelo capitalista. Y eso no ha cambiado. Las instituciones sociales y económicas, aún la misma Constitución, siguen siendo las mismas que instauró Pinochet. Se mercantilizó la educación, la salud y el sistema de jubilación. Y la Concertación (8) no ha hecho nada al respecto. No existen intelectuales de peso que se opongan a esta realidad. Ni desde una crítica extrema como puede ser la de Petras (James) o una moderada como puede ser la de Stiglitz (Joseph). Nadie discute el modelo.”, afirma Tomás Moulian, director de la Universidad Arcis, y uno de los gurúes de la izquierda chilena tras la publicación de su libro Chile actual: Anatomía de un Mito.
"La gente no entiende muy bien la transición chilena porque se queda con la imagen que nosotros (la Concertación) llegamos a cambiar de fondo el sistema político. Pero la verdad es que administramos un esquema que no tiene cambios sustanciales y que no permite que la mayoría se exprese políticamente”, aclara Balbontín.
“Hay un gran trampa y es que, desde su inicio, este sistema sigue con la Constitución de Pinochet del año 80, salvo algunos cambios de forma, para permitir las elecciones. No se ha tocado todo lo que se refiere al sistema económico, normas que le dan todas las garantías el sector privado. Lo peor es que para cambiar las leyes, hay quórums altísimos. Se necesitan 5/7 o en todo caso 4/7 del Congreso.
Además se establecen, dentro del sistema político, restricciones que hacen que la mayoría jamás pueda gobernar en términos reales. Hay un sistema binominal proporcionado, por el cual el partido más votado debe sacar más del 66% para tener más de un diputado por distrito, mientras que la primera minoría, obtiene un escaño con sólo el 33%. Y las segundas minorías no existen. El Partido Comunista, la tercer fuerza política en Chile, ha sacado 7% en su máximo nivel electoral, y no tiene parlamentarios, ni posibilidad de obtenerlos. Lo mismo sucede con el Partido Verde o el Partido Humanista. Como si esto fuera poco, los distritos de elección de diputados fueron diseñados por el ministro del Interior de Pinochet, asegurándose por lo menos el 33% de votos para la derecha. Es un sistema absolutamente amarrado.
No es de extrañar que la gente halla perdido su fe en la política. La sociedad chilena de los setenta era una sociedad con un alto nivel de involucramiento, con una sindicalización que llegó al 30% de la mano de obra y un alto nivel de participación, con una abstención de sólo 13%. Hoy la sindicalización es del 8% y la abstención 40%", explica Balbontín.
Moulian por su parte aclara que “el cambio no sólo operó a nivel económico, sino cultural. El pueblo chileno ha pasado de ser un pueblo solidario e involucrado en la política a un pueblo individualista y con el consumo como único objetivo. Aquí en Chile hay algunas características especiales que muestran el consumismo imperante, como es el caso de las tarjetas de crédito de consumo. Las tienen todas las grandes tiendas y son uno de los principales negocios bancarios. Y no tienen morosidad, porque perderla es quedar afuera de la sociedad chilena. Son más importantes que la cedula de identidad. Los shopings son verdaderos templos. Si tu vas al mall Plaza de un barrio popular como es La Florida, te vas a encontrar no sólo con tiendas, sino con un cine, un teatro, una biblioteca, un hospital y una escuela técnica. El chileno vive a través del consumo, y hasta es solidario a través del consumo, como lo demuestra la Teletón (9)”, explica el sociólogo.
“La dictadura se fue, pero sigue el sistema económico que impuso a sangre y fuego. Se fue el miedo de esa época, que era un miedo a la integridad física, a que te hicieran desaparecer o te mataran, pero hay otro miedo que lo reemplazó, el miedo a perder el trabajo, a perder la seguridad económica. Hay una dictadura económica, contra la que es mucho más difícil luchar. Porque con Pinochet se sabía cual era el enemigo. Ahora no. Todo se  legitimiza con la democracia, pero el sistema sigue siendo el mismo. Todos los movimientos de lucha culturales de esa época se dispersaron y los que antes eran de izquierda ahora tienen grandes parcelas y autos y se ganan la vida en el gobierno”, afirma Charles Labra, percusionista de Sol y Lluvia, uno de los conjuntos musicales más significativos en la lucha contra la dictadura. “Luego del golpe a pesar de la represión hubo movimientos organizados, de música, teatro, que se disolvieron con la democracia. La democracia en Chile vino a decir: ya está, vuelvan todos a sus casas. Y tuvieron el éxito más grande que se pudo haber tenido”, dice Isaac.


RECUADRO
Prensa amarrada.

“Hoy en día no existe censura por parte del estado”,  asegura Patricio Fernández, director de la revista The Clinic. “Si uno tiene la voluntad de expresar lo que quiera y supera las restricciones que hay para hacerlo, se puede. El problema es justamente ese. No hay espacio en los medios de comunicación para expresiones alternativas, ni para nuevos medios de comunicación. Y en los medios establecidos existe un gran control sobre lo que se dice. Un control sobre la labor de los periodistas que no he visto en ningún lado del mundo.
El Mercurio, que es uno de los grupos mediáticos más influyentes, pertenece a Jorge Edwards, que fue uno de los organizadores del golpe militar del 73. Incluso se reunió con Henry Kinssinger para planificar los detalles. Y El Mercurio tiene un poder inusitado en Chile. Los embajadores o los ministros juran en la Moneda y después se van inmediatamente a El Mercurio”.
“Cuando llegó la democracia, la concertación estableció como política de estado la no intervención del gobierno en los medios de comunicación y la libre competencia. Claro, esto se hizo después de quince años en que la dictadura financió abiertamente a los dos multimedios más poderosos del momento, El Mercurio y Copesa (que es propietario del diario La Tercera), que surgieron de los dos únicos diarios que fueron permitidos por Pinochet después del golpe. Los pocos medios alternativos y contestatarios que habían surgido en dictadura desaparecieron”, explica la sociologa que prefiere no ser mencionada. 




1 Aún rige en Chile la estructura impuesta por el dictador Augusto Pinochet, según la cual los carabineros son una parte más de las fuerzas armadas y responden directamente al ministro de Defensa.

2 Los turistas que caminan por el paseo Ahumada (como la calle Florida) no pierden la oportunidad de sacarse una foto con el Botón de Pánico, un invento del alcalde Joaquín Lavín (la gran promesa de la derecha chilena) para que cualquier ciudadano pueda llamar inmediatamente a la policía si se siente amenazado.

3 Datos extraídos de “La pobreza en Chile en el año 2000”, Juan Carlos Feres (CEPAL)

4 La Universidad de Santiago de Chile (Usach) donde dictaba clases Víctor Jara y donde ahora Pancho lucha con la deudas.

5 Durante la dictadura el nivel de matriculación del nivel básico comenzó una tendencia regresiva. Entre 1981 y 1989 la matrícula total cayó en poco más de 150.000 niños. Recién en el año 2.000 pudo recuperarse el número de alumnos de 1974 (sin tomar en cuenta el crecimiento de la población).

6 El grupo de los 13 está conformado por los únicos integrantes de la Democracia Cristiana que repudiaron abiertamente el golpe de estado del 73.

7  “Pinochet en un momento determinado ilustra su dominio de la sociedad con una frase que le dijo a los intendentes cierta vez que surgieron reclamos territoriales: en Chile no cae una sola hoja sin que yo lo quiera aceptar”, cuenta Balbontín.

8 La Concertación de Partidos por la Democracia fue creada tras la dictadura de Pinochet y está conformada por PPD (Partido por la Democracia), el Partido Socialista del actual presidente Ricardo Lagos, y la Democracia Cristiana, al que pertenecen los primeros dos presidentes tras la dictadura, Patricio Aywin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Sin embargo, fue este último partido uno de los principales a la hora de apoyar el golpe del 73. En la calle, se dice que la Concertación es la "whyskierda" chilena.

9 La campaña de recolección de fondos para la fundación Teleton, que trabaja con niños discapacitados, fue creada durante la dictadura y tiene la particularidad de que las donaciones se hacen a través de la compra de toda clase de productos desde Mc Donalds al papel higiénico Comfort, con gastos millonarios en campañas publicitarias auspiciadas por el magnate televisivo Don Francisco.




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