Evo Morales: entrevista con el papacho mayor

En octubre del 2007 la revista Rolling Stone me pidió una entrevista con el presidente de Bolivia, Evo Morales. El reportaje no salió por ese medio pero fue publicado por la revista Al Margen (Bariloche) y Ecos de los Andes (Suecia). También se hicieron informes con los audios para la radio comunitaria Fm Alas (Bolsón) y Radio Nacional Bariloche. Pero lo más importante, como muchas veces en este oficio, fue la oportunidad de conocer a este importante líder social latinoamericano. "Lo veo muy asustado compañero", me tranquilizó cual gandhi del altiplano el papacho mayor de Bolivia al finalizar la entrevista en medio del anochecer de un día muy agitado (los Comites Cívicos de Santa Cruz y Tarija habían realizado la primera huelga general en el comienzo de la larga serie de controversias alrededor de las autonomías regionales).
Algunas impresiones sobre el hervor político que se vive en el país de las mamitas, los chismes, las conspiraciones del poder y los datos de una realidad que dice que un índigena presidente es, sino una revindicación histórica, al menos una mínima justicia estadística.

(Publicada por Al Margen en enero del 2008. Las Fotos son de Zacarías García.)

Después de un primer año donde el desmadre de los partidos políticos tradicionales y la expectativa por la subida al poder del primer presidente indígena latinoamericano (con un histórico 54% de votos) fueron más fuertes que cualquier ánimo de crítica o acción en su contra, durante el 2007 la oposición ha despertado en Bolivia, situando al país en un contexto que algunos ya clasifican como cercano a una guerra civil o un golpe de estado.
Finalmente, tras numerosas trabas formales, la Asamblea Constituyente (exiliada en Oruro y con dos tercios de sus integrantes), aprobó un texto que se niegan a reconocer seis de los nueve prefectos (gobernadores) del país, que a su vez convocan paros nacionales, llaman a la desobediencia civil y amenazan con crear su propia ley de autonomías.
Ante la crisis, Evo Morales hace su llamado a la paz y la unidad nacional, amenaza con convocar un referéndum para revalidar su mandato y el de todas las autoridades provinciales y denuncia actos de racismo y conspiraciones en su contra.

En los cafetines jailones (conchetos) de Cala Coto (el barrio donde se aglutinan las pocas cuatro por cuatro de La Paz) se escuchan voces de protesta que dicen que el presidente es autoritario, que sólo busca rédito personal, que ha nombrado gente sin experiencia (indios ignorantes), que está arruinando la economía y, sobre todo, hartando la paciencia de los países desarrollados. Que está desaprovechando los altos precios del gas, que no hay inversiones (dato que también advirtió alarmado el jefe de economistas del Banco Mundial, Guillermo Perry), que el país se está llenando de cubanos (que según la prensa de Santa Cruz entran clandestinamente por la noche en aviones oficiales de la isla), que el ejército se está llenando de venezolanos (en una maléfica alianza con ese loco dictador macondiano que es Hugo Chavez), temen que los ponchos rojos (la tradicional guardia indígena aymara) se transforme en un grupo paramilitar dispuesto a matar a todos los k´aras (blancos, gringos) o que, como proponen algunos grupos radicales, se vuelva a las épocas preconquistadoras, devolviendo las tierras a los pueblos originarios. En Santa Cruz un licenciado en comunicación ha difundido un ensayo donde demuestra que el gobierno de Evo Morales es un régimen neonazi.
La Wikipedia, en el renglón Evo Morales, dice: “Desde su posesión en el Gobierno mostró sus verdaderas intenciones, las de dividir a Bolivia y convertir el país en un estado socialista-comunista bajo las órdenes de Hugo Chavez y Fidel Castro, usando una estrategia de promover el caos, la violencia, y ataques contra los medios de comunicación y contra todos quienes se oponen a su objetivo dictatorial”.

En medio de actos de discriminación en Sucre, Santa Cruz y Cochabamba contra los líderes indígenas del Movimiento al Socialismo (que sirvió de plataforma para el ascenso al poder de este líder cocalero al que muchos en esas ciudades también califican como un “cholo ignorante”), el vicepresidente Álvaro García Linera (un intelectual de prestigio y ex guerrillero que algunos sindican como el verdadero rasputín detrás del Evo Morales) amenaza con enviar grupos de campesinos y sindicalistas para reestablecer el orden.
Hay quien dice que algunos movimientos indígenas radicales encabezados por el “malku” Felipe Quispe (sorpresivamente desaparecido de la escena política) le están dando tiempo al Evo para intentar la vía democrática antes de iniciar una revolución indígena.

En Mallasilla, a metros de la posta sanitaria que ha instalado con fondos venezolanos el gobierno para que los médicos cubanos atiendan a los sectores más marginados, Lucía, la mamita (señora indígena de pollera de colores y sombrero bombin) que cuida el Club Músculo y Perfume dice que desde que llegó el Evo (que como todos los santos populares ya ha perdido su apellido y hasta aparece en la tapa de los cancioneros escolares al lado de Bolívar y Sucre) hay más trabajo, más salud, más educación, pero que los k´aras lo quieren echar del gobierno. “No habrá más trabajo, no habrá más escuela, no habrá más comida”, aclara Mayeli, su hija de cinco años que se ha beneficiado con el bono educativo Juacinto Pinto creado por el nuevo presidente.
Hace pocos meses, dos millones de personas (en su mayoría indígenas) se congregaron en El Alto (epicentro de la llamada “guerra del gas” que terminó con la renuncia del Goñi Sánchez de Losada) para apoyar al gobierno y pedir la unificación del país.
También formaron parte de la manifestación numerosos grupos de la clase media profesional paceña. Dicen que el presidente está encarnando algunos cambios que, si bien llevan ese paso lento y papacho de los indígenas bolivianos, son necesarios en un país donde ellos son mayoría y los k´aras se las han ingeniado para llenar un extenso prontuario de gobiernos corruptos.

Apenas cubierta una pequeña muestra de ese universo multicultural que encarna Bolivia, cualquier observador internacional podría arriesgar que cada habitante del país tiene una opinión diferente sobre el gobierno de Evo Morales.
Si bien el devenir casi pueblerino de la Paz no refleja el caos social que muchas voces anuncian, como nunca antes se escucha hablar de política en los mercados, los puestos de comida, las tertulias literarias, los clubes de tenis y los restaurantes de lujo. Se han multiplicado las revistas de opinión y las grandes empresas turísticas (si bien prohíben a sus guías hablar de estas cuestiones) reconocen que la evomanía está atrayendo una buena cantidad de visitantes al país.
Es que no solo el Evo ha puesto a Bolivia a hablar de política, también ha puesto al mundo a hablar de él (y Bolivia). Sus apariciones en medios internacionales son casi iguales a la sumatoria de la de todo el resto de presidentes en los últimos cincuenta años, seduce a Europa con sus puloveres de alpaca, defiende la coca como planta milenaria, lo postulan al premio Nobel de la Paz y hace jueguito con Joseph Blatter para que la FIFA deje a los equipos internacionales jugar en la altura.
Dicen que trabaja incansablemente decidiendo hasta el último detalle (incluyendo su esmerada estética personal), que viaja incansablemente al interior del país (y mucho al extranjero), que recibe la más variopinta gama de delegaciones desde mineros potosinos o indígenas latinoamericanos, a diputados alemanes o funcionarios del FMI, que sostiene densas reuniones con sus asesores (en una lista interminable de grupos que lo estarían influenciando o usando como títere, desde Fidel Castro o Hugo Chavez a miembros de ongs internacionales y hasta reciclados asesores de los viejos partidos políticos). Dicen que cuando el periodista Gustavo Guzmán, actual embajador en Estados Unidos, intentó excusarse del cargo alegando que no sabía nada sobre relaciones internacionales, Morales le dijo que él tampoco sabía nada sobre gobernar. Dicen que suple está deficiencia trabajando desde las cuatro o cinco de la mañana hasta bien pasada la noche, reduciendo su sueldo y el de la mayoría de sus funcionarios, pero sobre todo encarnando una administración libre de la galopante corrupción que caracterizaba a otros mandatarios.


Al atardecer de un día agitado, en medio de su nutrida agenda y un paro cívico nacional que algunos medios y la oposición califican de “parálisis total”, el presidente Evo Morales se desploma extenuado a dialogar con Rolling Stone, con esa voz lenta pero firme que cargan los indígenas campesinos, sin perder la paciencia, la seducción y las continuas bromas que dicen lo caracterizan.

-¿Está complicado el panorama?

-Ese pesimismo de ustedes que vienen a desmoralizar aquí (se inclina hacia adelante para despertar una risa)

-Hoy justo estaba mirando la situación en la que se ha metido y me preguntaba si en esos breves momentos de intimidad y reflexión que usted debe tener no le dan ganas a veces de volverse a su chaco a cultivar la tierra, jugar al fútbol con sus amigos y dejar todo como está.

-No le entiendo la pregunta.

-Me refiero a si el algún momento no le han dado ganas de tirar la toalla, como dicen en la jerga deportiva.

-No, yo no entiendo así. Nos hemos metido sabiendo a que nos estábamos metiendo. Porque quitar los privilegios de grupos de gente corrupta que vivió del pueblo y del estado en todo caso va a haber una resistencia. Por tanto hay que profundizar, hay que acelerar este proceso de cambio.
Mire los paros que está realizando la oposición, son un rotundo fracaso. Yo también sé hacer paros. El paro es a conciencia, a voluntad, sin ninguna presión, sin ninguna violencia. Imagínese Santa Cruz: grupos llamados juventud cruceñista, que son hijos de papa, como decimos, obligando a cerrar los negocios, robando, agrediendo. ¿Qué clase de paro es ese? No es paro, es violencia.
Y todo ese fracaso dice que la gente esta de acuerdo con este proceso de cambio, con la nacionalización, con el plan de gobierno, y eso nos fortalece.
Por eso muy alertado. Ni cansado como usted decía, menos desmoralizado. Y cuando hay conflictos más bien da gusto de gobernar.
Acá lo que hay que estar convencido es que estamos con los pobres, por los pobres, como solucionar esa pobreza, crear igualdad. Ese es nuestro deseo. Por eso estamos haciendo todos los esfuerzos y aprendiendo todavía para poder gobernar mejor.
Lamentablemente hay grupos todavía racistas que tratan de humillar al gobierno, al movimiento popular. Pero están totalmente reducidos y siguen reduciéndose. Yo estoy casi convencido que la resistencia de estos grupos será mas violenta, porque poco a poco empiezan a perder sus privilegios. Esa es la lucha.

Ya que estamos usando la jerga deportiva: ¿Se diría que estos grupos están “embarrando la cancha” con sus trabas a la Constituyente o el llamado a la desobediencia civil?

Intentaron hacer fracasar la Asamblea Constituyente primero con los dos tercios, después con las autonomías, luego con la capitalía. Eso tiene que entender Bolivia y el mundo entero.
¿Qué es la Asamblea Constituyente? Es una transformación pacífica, democrática, cultural… y saben que ahí, constitucionalmente, van a perder sus privilegios y dar derecho a la gente que no tiene derechos, como son los pueblos indígenas. Esta es una confrontación de principios, de programas, de culturas… Pero el gran deseo que tenemos es que esa confrontación, que existe pues, se resuelva democráticamente.

Tanto su vicepresidente como usted y otros funcionarios del gobierno han acusado a algunos países extranjeros de apoyar estos grupos a través de los fondos de cooperación.

Hay una agresión interna y externa. Porque empezamos una descolonización que también es interna y externa. En esa agresión interna los neoliberales de derecha están apoyados por los Estados Unidos. Yo no puedo entender como Estados Unidos pueda entrar en una cuestión netamente política. El año pasado nos mandan un norteamericano a meter bombas. Primera vez en la historia que un estadounidense metiendo bombas. Y ha dejado muertos. Y este año metieron quinientas balas, proyectiles, ilegalmente. Negociando con armas, sacando armas en valijas diplomáticas. Y además de eso, algunas declaraciones en contra del gobierno.
Cuando cuestionamos a la justicia boliviana, cuando más del 80% de la población dice que la justicia es corrupta, él se va a Sucre a hablar con la Corte Suprema a decir que son buena gente. Defiende a los corruptos, financia los delincuentes y atenta contra la democracia el embajador de los Estados Unidos.
Cuando tiene que llegar alguna delegación del exterior en el tema de la lucha contra el narcotráfico, dice que hay más coca. Como se puede entender un embajador que actúa políticamente y no diplomáticamente. No está cooperando sino conspirando.
Cuando hay procesos de cambio de democracias, pero democracias liberadoras y no democracias sometidas y subordinadas a su gobierno, entonces conspiran.
Razón, en la década del sesenta cuando las democracias no defendieron al impero colocaron dictaduras. Y ahora siguen provocando la desestabilización de gobiernos. Que inmoral, que ética tienen para hablar sobre un gobierno democráticamente electo.
El problema es hasta donde tenemos paciencia, hasta donde aguantar. Como cualquier gobierno tenemos todo el derecho de hacer respetar la dignidad, la soberanía de nuestros pueblos. Queremos unas relaciones diplomáticas de respeto. Acá no porque sea un embajador de los Estados Unidos va a hacer lo que quisiera.

Algunos dicen que la estrategia de estos grupos que resisten su gobierno con el apoyo de los Estados Unidos es similar a la que se utilizó durante el gobierno de Salvador Allende en Chile.

Es un ejemplo de la conspiración de Estados Unidos. Quisieran que ahora se repita. Yo estoy casi convencido que intentarían eso en Bolivia. No va a perder Estados Unidos Latinoamérica. Estoy casi convencido que Irak va a ser el segundo Vietnam, y Latinoamérica va ser el tercer Vietnam.

¿Usted cree que va a haber una intervención militar de los Estados Unidos en Bolivia?

No sé. No se trata solo de Bolivia, sino de todo Latinoamérica. De todas maneras yo creo que hay una solidaridad internacional. Cada día estoy recibiendo delegaciones del exterior que expresan su apoyo a este proceso. Acá no se trata de enfrentarnos con armas de guerra, sino armarnos una conciencia ideológica política, pero democrática fundamentalmente.
Aquí yo valoro a Cuba. Cuba manda tropas pero no para acabar con vidas como Estados Unidos, sino para salvar vidas. Esta es la nueva alianza estratégica. Yo no creo en las armas, definitivamente. Estamos viviendo un proceso de cambio, aunque con muchas dificultades. Pero soy muy optimista, sobre todo de los movimientos populares, campesinos, indígenas originarios. Son los que han parido este cambio político por la liberación de nuestro pueblo y son consecuentes.
Los que quieren hacer fracasar la asamblea constituyente seguramente quieren guerra, más armamentos. Nosotros nunca vamos a pensar en armamentos, la conciencia es la fuerza que tiene este movimiento para garantizar el proceso de cambio.

A pesar de lo suntuoso del salón, las horas de espera y la tensión que genera en su entorno los detalles del encuentro (el presidente da la mayoría de sus entrevistas a bordo de algún avión), no da la sensación de estar manteniendo una charla con uno de los personajes más relevantes de la actual política internacional.
A pesar de sus modernos trajes sastre, Evo Morales podría ser cualquier indígena aymara o quechua de esos que conforman casi dos tercios de la población boliviana. Inundan las ciudades y monopolizan el comercio con sus puestos de ventas de casi todo (de una papa a una guitarra eléctrica con su amplificador), sostienen la actividad agrícola y minera, desfilan por El Prado en densas protestas sindicales, y hasta son capaces de echar a pedradas a un presidente o revertir la privatización de la empresa estatal de aguas.
Es esta población indígena la que hoy saca pechito orgulloso al hablar de este presidente que come en los mercados, nombra cholitas en los ministerios y llega al poder después de una larga trayectoria sindical defendiendo el cultivo de la hoja de coca, planta sagrada para la mayoría de los pueblos originarios latinoamericanos. Y nunca dejan de contar la apoteósica asunción paralela que le organizaron en las ruinas de Tiawanaku con todos los honores de un malku (condor).
Dicen los que han conocido su casa natal en la puna orureña que al ver ese desolado paraje uno no puede menos que rendirse a los pies de ese campesino indígena que hoy se desparrama cómodamente en los elegantes sillones de la Casa de Gobierno.
Dicen que la paciencia es una de sus principales virtudes, que pudo haber sido presidente en el 2002, cuando pateó el tablero político boliviano al cuadruplicar el máximo guarismo histórico de un candidato indígena (22%), situándose a solo dos puntos del Goñi Sánchez de Losada (de quien el gobierno reclama hoy su extradición de los Estados Unidos por cargos de corrupción y crímenes de lesa humanidad).
Evo Morales prefirió no aliarse con ningún partido tradicional en busca del 50% de apoyo que exige las ley electoral boliviana. Finalmente llegó a la presidencia con 54% de los votos y una oposición totalmente desacreditada tras su participación en aquel gobierno.
Dos años después, sus rivales se encuadran detrás del Podemos de Jorge Tuto Quiroga, ex presidente por el ADN (el partido creado por el ex dictador Hugo Banzer), y los Cómités Cívicos, asociaciones ciudadanas que reclaman la autonomía regional y cuya cara más visible es el empresario aceitero de Santa Cruz, Branco Marinkovic (dicen que sus obreros tuvieron que trabajar el día del paro cívico y que ha basado su fortuna en la corrupción de los gobiernos militares y la apropiación de reservas naturales).
Pero el gobierno y muchos analistas sostienen que el financiamiento y la verdadera inteligencia estratégica de este resurgimiento de la oposición está en “La Embajada” (como muchos medios de prensa llaman al fastuoso edificio de los diplomáticos de los Estados Unidos en La Paz).

La enemistad entre el líder cocalero y el país del norte es histórica desde que sus funcionarios lo acusaban de narcotraficante (durante la campaña del 2002 el embajador Manuel Rocha les advirtió a los bolivianos que si elegían a Evo Morales, Bolivia volvería a ser “exportador de cocaína”), impulsaban su estadía en la cárcel o su destitución del senado.
También dicen que el actual embajador, Philip Goldberg, es un experto en desestabilizar gobiernos y crear controversias internas (su anterior destino fue la ex Yugoslavia).
Morales acusa a la Embajada de financiar a la oposición, planear un golpe militar o atentados en su contra, despotrica contra la ubicación de la sede de la ONU en Estados Unidos, le exige visa a los ciudadanos de este país, muestra fotos del embajador con un paramilitar colombiano, y se alía con los personajes más urticantes para el gobierno del norte, como Fidel Castro, Hugo Chávez o el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, con quienes intercambia médicos, armamentos y asesoramiento militar, financiamiento para obras y empresas estatales (ahora a través del recién creado Banco del Sur), o inversión en ciencia y tecnología para el petróleo nacionalizado.
En los cuarteles se rumorea que tras el denigrante trato de los asesores norteamericanos de los anteriores gobiernos, los actuales asesores venezolanos han sido bienvenidos. Además, el actual presidente de Bolivia es uno de los pocos mandatarios civiles que ha cumplido con el servicio militar, lo que despierta muchas simpatías en el sector castrense, conformado en su mayoría por indígenas que, adaptando sus costumbres tradicionales a los tiempos que corren, ven su participación en la vida militar como una mita o minga (su aporte al estado nacional). Los militares bolivianos (sobre todo los de menor rango) también sacan pechito al hablar del “Evo”.
Son estos algunos de los argumentos que se sostienen a la hora de descartar cualquier intento de golpe militar (mientras el prefecto de Santa Cruz, Rubén Costas, acusa de “cobarde” al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Wilfredo Vargas por manifestar públicamente su apoyo a las reformas sociales impulsadas por Morales).

¿Cómo describiría la conciencia del movimiento indígena que usted representa?

De lucha por la vida, por la humanidad, defensa de la tierra. Estoy convencido que tenemos que salvar al planeta tierra y a la humanidad. Estoy convencido que es importante como evitar que la tierra siga siendo mercancía. La tierra para los pueblos indígenas es nuestra madre. Y la madre no se negocia, no se vende, no se alquila, y lamento mucho como la cultura occidental en busca de cómo acunar el capital en pocas manos pues mercantiliza la tierra. Los pueblos indígenas queremos vivir en armonía con la madre tierra y el ser humano.
Recientemente hemos logrado con un grupo de hermanos indígenas de América que se apruebe la declaración de los derechos de los pueblos indígenas en la Naciones Unidas. Eso ayudará a defender el medio ambiente, la lucha contra los desastres naturales, y ahí habrá un debate permanente con los grupos de poder económico, que no les interesa la vida sino la plata.
Es una resistencia de los pueblos indígenas y las fuerzas sociales que apuestan por la igualdad, por la justicia, por vivir en reciprocidad, solidaridad, complementariedad, por vivir en comunidad. Sería realmente interesante que nos juntemos todos quienes apostamos por la vida.

El Mas ha surgido de una alianza entre movimientos sociales e intelectuales. Y muchas veces se ha cuestionado la participación en el gobierno de algunos líderes indígenas sin formación académica. Se entiende que a pesar de la sabiduría de los pueblos originarios muchas veces no debe ser fácil encarar las cuestiones formales que precisa un gobierno. A usted mismo le debe pasar. ¿Quiénes son sus principales asesores?¿A quién busca a la hora de las dudas en su gobierno?

En el palacio hay una total horizontalidad de base. En algunos casos yo aprendo bastante, mucho, de algunos ministros, del vicepresidente. Y siento que muchos aprenden de mí, que había sido tan importante combinar la capacidad intelectual con la conciencia social, la vivencia social. Tenemos hermanos indígenas en el gabinete como el Davicho Choquehuanca, el primer aymara que es Canciller, tenemos una hermana quechua quechua, Celina Torrico, ministra de Justicia, que viene de ahí abajito. Tenemos ex dirigentes de la COB (Central Obrera Boliviana) y a la compañera Celinda Sosa ministra de Producción y Microempresas, que ha sido ejecutiva de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa. Tenemos intelectuales, profesionales y académicos que pueden estar ganando 40.000 o 50.000 dólares pero apuestan por su país para ganar 14.000 bolivianos. Y alguna gente no acepta esta descolonización. En la misma radio siguen tratándonos de ignorantes a los aymara. Hay grupos que tratan de ignorante a la presidente de la Asamblea Constituyente (Silvia Lazarte). No se puede entender cómo puede haber racismo. El movimiento campesino no es excluyente, no margina, y puede haber muchos ejemplos.
Cuando llegué a la presidencia algunos grupos dijeron: pobre indiecito, que se divierta unos cuatro o cinco meses, pero no va a poder manejarlo, se va ir del gobierno. Pasaron seis meses: no pasó nada. Pasó un año y empezaron a decir: este indio creo que se va quedar por mucho tiempo, hay que hacer algo. Por eso ahora tratan de perjudicar por aquí, por allá, con falsos pretextos, acusaciones. Y sobre eso el movimiento campesino indígena plantea la reelección. Peor todavía. ¿Como un indio va a ser reelecto? Una mentalidad racista que no entiendo. Pero yo quiero decir que seguramente va a costar mucha paciencia, diálogo para que halla cierta igualdad y justicia.

¿Y usted calcula un tiempo para ese proceso? ¿Piensa en la reelección?

Son procesos, la verdad no vamos a cambiar quinientos años de saqueo, de sometimiento, de exclusión, de marginamiento, de explotación…no vamos a cambiar en dos años los veinte años del neoliberalismo, de subasta, de privatización a los recursos naturales, de nuestras empresas. Pero ya empezamos y con resultados económicos aunque la derecha apela a sus especulaciones, a traer desabastecimiento.

¿Y cuando termine ese trabajo? ¿Qué piensa hacer?

No, en mi tierra, en mi chaco, vivir, dedicarme a la agricultura, compartiendo mi experiencia de dirigente y de presidente con la juventud. Es importante la formación.

¿Alguna mujer? Me dijeron que es bien coqueto.

A esta altura ya estamos casados con Bolivia.

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