Argentina: ¡La basura es nuestra!



La desidia del gobierno y las empresa los dejaron sin trabajo allá por el 2001. Ellos se la rebuscaron, se unieron y encontraron un nuevo oficio y una nueva modalidad de empresa. Así nacieron las cooperativas de cartoneros. Hoy ante una nueva crisis, las empresas y el gobierno contratacan, acosándolos y reduciendo al mínimo los precios de las materias y las ayudas económicas. 

(Publicado en El Quijote de Papel en Septiembre de 2009. Fotos de Augusto Famulari)





Villa Soldatti no está tan lejos. De Barracas, veinte minutos de bondi, cuarenta de subte, y otros veinte de premetro. A seis o siete cuadras de la parada Nuestra Señora de Fátima, pasando el puente de la autopista Presidente H. Cámpora, donde la calle se hace de tierra, enfrente del Club Atlético Sacachispas y a metros del Paseo de los Derechos Humanos, está el Centro Verde que el gobierno de la ciudad cedió en el 2006 a la Cooperativa Reciclando Sueños.
No se imaginen un vergel de cascadas y mariposas de colores. Más bien un terreno árido de puna jujeña con un par de galpones, alambrados y mucha, pero mucha, basura.
La actividad se desarrolla en torno a ella. A su alrededor un nutrido grupo de operarios descarga, clasifica, compacta. El ir y venir es constante y variado. Camiones y carros, jóvenes de uniforme y viejos crotos anarquistas dando cátedra, dirigentes hablando por celular, compañeros desayunando en la oficina o haciendo una ranchada a un costado de la calle. Agitado devenir de los cartoneros (ahora rebautizados como recicladores)

La historia


Víctor Zarate era oficial panadero hasta que se quedó sin trabajo en el 2001. No le quedo otra que cartonear. “Si bien es cierto que es un trabajo sacrificado uno veía que mantenía su casa, sus hijos, y en el fragor de las asambleas vimos que esto podía avanzar de otra forma. Y ahí empezamos a gestionar los papeles legales como corresponde, visitar los organismos oficiales para formar una cooperativa. En el 2003 los tuvimos y comenzamos a organizarnos de otra forma. En el 2006, a través de organizaciones marchas y contramarchas logramos que el gobierno nos de este Centro Verde que era un campo ocioso”, cuenta el ahora Secretario de Organización de Reciclando Sueños, donde trabajan 40 personas.
Según sus propias estadísticas hoy hay unos 374.000 cartoneros nucleados en 8000 cooperativas en todo el país. No es que no hubiera cartoneros antes del 2001, explica, sino que a partir de ese momento, mientras se batían records en los índices de pobreza (54%) e indigencia (27%) la masiva llegada de ex trabajadores formales a este sector promovió la unión a la hora de afrontar la crisis.
“Esta es una actividad individualista, que el que arranca, arranca con una necesidad muy fuerte: salir a juntar para la subsistencia. No es que se reúnen tres o cuatro que tienen su trabajo, su estándar de vida y dicen: vamos a mejorar, a hacer un negocio. A que pienses en armar un grupo, y ese grupo ande parejo, y a eso le sumes que no hay un apoyo fuerte del estado para que se armen cooperativas…lograr objetivos en común es muy difícil, las necesidades son de ayer, cuando vos empezas a querer hacer algo ya pasó el tiempo.”, explica Jorge Olmedo, presidente de la Cooperativa del Oeste.
Pablo era cerrajero y se quedó sin trabajo en el 2001. Se juntó con varios vecinos en la Asamblea de Liniers y, entre otras iniciativas, decidió ponerse a juntar cartón en su casa. Hoy comparte el Centro Verde con la Cooperativa Reciclando Sueños y emplea 30 personas.
“El estado en este tema gasto muchísima plata mal gastada ya sea con buenas o con malas intenciones. Y había muchas ongs europeas que con el tema de la crisis, que fue un foco mundial en la prensa, se acercaron. Mucha cosa dando vuelta, pero muy poca concreta. Como la época de piquete y cacerola una sola, y después el piquetero pasó a ser un demonio. Con el tiempo fue decantando, fue quedando la gente que era seria. Hoy en día depende de cómo manejes la información hay mucho menos cartoneros que hace dos años atrás. Podes decir que la situación esta mejorando, que funcionaron los programas del gobierno, pero la realidad es que no hay cartoneros porque los precios no cierran. El tipo que hace un año salía todos los días a cartonear cinco o seis horas por día (sin tomar en cuenta las horas clasificando) se quedaba con 70 u 80 pesos, que no era mala plata. Hoy se lleva 30”, explica Olmedo

El último peldaño


A la bruta caída de precios, hay que sumar la desidia del estado, que no sólo no ha fomentado las cooperativas sino que, según denuncian los cartoneros, ha incumplido con casi todos los acuerdos firmados y hasta manda inspectores de la AFIP para clausurar los locales mientras persigue y maltrata a los compañeros en las calles (ver recuadro). 
Ante la situación, unos mil cartoneros marcharon a principio de año del Congreso hasta la Casa Rosada, la Legislatura y la jefatura de Gobierno.
“La ocasión se daba porque este es nuestro sustento diario. Y cuando uno pierde el sustento, empieza a perder la vida. Si bien no hubo un eco oficial, por lo menos dijimos acá estamos, la ciudad tiene cartoneros como tiene todo el mundo. Vivimos de esto, y si los precios bajan así no lo podemos hacer más. No se puede condenar a la esclavitud a miles de personas que trabajan o viven en la calle. No se nos puede condenar al hambre porque los empresarios no quieren ganar un poco menos”, comenta Valentin Herrera, presidente de Reciclando Sueños, una de las cooperativas que convocó la marcha y que actualmente integra el Movimiento 10 de Febrero, donde los cartoneros se unieron para exigirle al gobierno que ponga su ojo del otro lado de la autopista, donde están las calles de barro.
“Tenemos ganas de trabajar, pero el sistema no nos ayuda, nos condena, nos margina Para mi era mas fácil salir a robar. Salir a cartonear es digno, no lo inventamos nosotros. Algo falló en el sistema, y nosotros fuimos rehenes. Era la única forma de subsistir y llevar la comida a la casa”, se queja Zárate.
“Nosotros somos el último peldaño de la escalera donde hay gente que todavía quiere trabajar, que cree que las cosas se logran trabajando. En la Cooperativa del Oeste hay gente que viene todos los días de Ezeiza, dos horas de viaje. Si ahí no estas poniendo garra para trabajar… Si esto desaparece: ¿qué hace la gente? El 95% de la gente esta fuera del mercado laboral, no es que sale de acá y va a otro lado. Nosotros tenemos un compañero que trabaja en la parte electrónica y le falta una pierna. Tenía su trabajo pero tuvo un accidente. ¿Donde va a trabajar? De pronto los días de lluvia no viene. ¿Donde le van a aceptar eso? U otros compañeros que no pueden venir porque se llenando la casa de agua. Pero no es la casa de material de Vicente López, sino una casilla en mitad de la tierra. Esa realidad es la que abarca las cooperativas. Y también hacemos trabajo social, hacemos trámites, vamos a los ministerios”, explica Olmedo.
“Es todo a pulmón, y la gente no se da cuenta, se quejan de las pintas, de los carros, de los caballos. Las cooperativas aglutina a esta gente y le da un techo, una seguridad. Con ropa o sin ropa, peleándola, pero no andan en la calle. Nosotros le decimos que venga a tomar mate a la oficina, pero el prefiere así. Y nosotros lo respetamos”, me explica Carlos Vázquez, presidente de la Cooperativa Baires O Con, señalando a Centurión, el responsable del fueguito, la ranchada, que se ha improvisado en la puerta del Centro Verde.
Vázquez ingresó a la actividad en el 2001, luego de que se rompiera la camioneta familiar con la que hacía changas de fletero. Hoy a través de la cooperativa Baire da trabajo a 20 personas, incluyendo tres discapacitados.
A pesar de la situación, a su lado, Herrera, representante de los cartoneros en el Mercosur, se esperanza: “Nosotros decimos: la basura es nuestra. La ley de basura cero dice que  tenemos el privilegio de ser dueño de lo que genera la ciudad. La basura de los hoteles, de los restaurantes, incluso de las industrias, es de los cartoneros. El estado o los gobiernos pasan y siempre vamos a quedar nosotros. No quieren reconocer que el cartonero existe, que nació para quedarse, y ahora se está transformando en un movimiento. Nosotros estamos en contacto con cooperativas de otros países y la problemática es la misma ¿Te imaginas 5000 cooperativas de América latina unidas contra los monopolios?  Esto no tiene techo”.






RECUADRO

Crisis en los precios

La crisis es evidente. El precio del PEC (botellas de plástico) se redujo de $2 a $0,40 (el blanco) y de $1,50 a $0,15 (el de color). El cartón cayó de 0,50 a 0,20, y el papel blanco que antes se pagaba a $1,50 el kg, ahora vale $0,80. “Los precios los imponen los grandes monopolios con capitales extranjeros como Massuh o Ledesma”, explica Víctor Zárate.
Muchos cartoneros pasan por intermediarios (llamados repositeros) a la hora de vender la basura, pero en el caso de las cooperativas, algunas ya se manejan directamente con las grandes empresas. Al poder de su situación monopólica y el afán de mantener sus ganancias en pleno período de crisis, se suma la caída en los precios internacionales del petróleo, que incide directamente sobre insumos como el plástico, por ejemplo.
Si bien el plástico reciclado sale la mitad que el nuevo, algunas piezas pueden salir falladas, y además, como dice Jorge: “es una cuestión de cultura ecológica. Como la gente en su casa que decide reciclar bolsas o comprar nuevas porque es mucho más fácil, más cómodo”.
“Vos agarras cualquier zona del Gran Buenos Aires y donde hay un basurero a veinte km a la redonda hay enfermedades. No creo que al gobierno le cueste mucho mandar un equipo de la universidad a ver cuando gasta en salud por estas enfermedades frente a la posibilidad de un subsidio a los cartoneros”, insiste.
“Se hablan de las grandes crisis, de los globos financieros, de los préstamos a la vivienda de los yanquis, pero siempre terminamos pagando los mismos. Y hablamos de miles de personas”, se queja y se pregunta si es posible armar un salvataje para la General Motors, porque no hacerlo para los cartoneros. “Nosotros no pedimos nada nuevo, sino que se nos den incentivos, que se nos subsidie como cualquier otra actividad como el agro o los automotores. Porque damos trabajo y encima cumplimos una función social y ecológica”, pide Zárate.
“Se puede poner un precio tope u orientativo a los productos que están en al calle. Si hay multinacionales que se benefician con esto, que ponen acá plantas de tratamiento de papel y tras cosas. Exportan al mundo y se abastecen con precios irrisorios. ¿Te imaginás al cambios de dólar, 20 centavos el kilo de papel que significa? Nada”, explica Valentín Herrera.
“El mundo se preocupa ahora con el convenio de Tokio o el tratado de Basilea. Algunos países saben que en la ecología hay que poner mucha plata y no recuperarla. Pero acá en la Argentina hablar de poner plata por la ecología ni pensarlo. Acá estamos peleando si le damos al concesión a Manliba a Cliba, 10 años o 50…Total que sigan ellos con el negocio y allá abajo a los cartoneros los llevamos presos si patalean, o el damos dos pesos o le hacemos una planta como está que no le lleva ni un kilo de nada, porque lo que hay es nada. Funcionando cien por cien aquí habría que haber 100 personas, con dos turnos”, se queja.

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