Bolivia: Asi las Cosas (Ukamauyque)

Es necesario llevar en si mismo un caos, para poner en el mundo una estrella danzante, decía una pintada en el mayo francés luego multiplicada en las calles de todo el planeta. El Alto, con sus eternos mercados y luchas sociales, con sus inmigrantes mineros y campesinos apiñados en frágiles construcciones en torno a esa bahía de estrellas danzantes que es La Paz, es sin duda la cuna de la esperanza de cambio en este sangrante presente globalizado. La historia de Abram Bohorquez, el niño callejero que puso en el mundo la radio comunitaria Wayna Tambo y el grupo de hip hop aymara Ukamauyque. 

(Publicado por Hecho en Buenos Aires y el Street News Service de la INSP en Febrero del 2008. Las fotos son de Daniela Cajías)






La ciudad del Alto, que hace poco era un barrio periférico de La Paz, es un laberinto interminable de callejuelas repletas de casas de materiales a la vista y puestos de ventas que se han ido acomodando al azar con esa singularidad que tienen los mercados bolivianos, con el arribar lento y papacho de inmigrantes del campo y las minas en busca de una prosperidad económica. Un tejido de costumbres arraigadas que se choca con el frenético caminar de cualquier urbe sin perder esa alegre calma que caracteriza a los habitantes del altiplano.
Al final del serpenteante camino de un minibús, orillando ese hueco de cemento que es La Paz, con el frío inclemente de esos Andes que se asoman erguidos en el horizonte para mostrarnos nuestra pequeñez, una casona de colores se presenta como la radio comunitaria Wayna Tambo.
“Este un lugar de encuentro de la diversidad, donde se hacen eventos con bandas new age, rock, punk, hip hop, reggae y la música autóctona de los pueblos originarios. Un espacio donde se trata de colaborar a jóvenes que tengan talento en la música, el teatro, la pintura, y que recién están empezando, cosa que no hacen otros medios.
Si tú no tienes un disco no puedes entrar. O si tienes una buena propuesta musical pero con un contenido social no te dan apertura, porque supuestamente no lo permiten los dueños. Aquí es un espacio para que puedan expresar lo que tengan que expresar, sin decir: hermano de eso aquí no se puede hablar porque te van a venir a matar o nos van a cerrar la radio”, explica Ukamauyque (que quiere decir en aymara: “así las cosas ¿y que?”) uno de los encargados de llevar adelante el emprendimiento comunitario que lleva más de 13 años dictando talleres, mostrando trabajos documentales, libros, organizando conciertos y difundiendo la contracultura y la resistencia entre los pobladores de Alto, epicentro de innumerables bloqueos y protestas que han logrado hazañas tan poco usuales en Latinoamérica como anular la privatización del agua o conseguir la renuncia de Gonzalo Sánchez de Losada después los sangrientos enfrentamientos de la llamada guerra del gas. Es en El Alto donde hace pocos meses se reunieron dos millones de personas para pedir la unificación del país en apoyo al gobierno de Evo Morales y frente a la idea de la oposición de trasladar la sede de gobierno a Sucre.
“El pueblo necesita sacar lo que tiene adentro, decir esto esta mal, esto no me gusta, o eso esta bien, esto puede ser, y mediante esa diferencia de pensamiento ir construyendo, como dicen los hermanos, ir tejiendo. Empezamos como un colectivo de jóvenes que soñaban tener un centro cultural donde reunirse, charlar, debatir. Antes era un cuartito mas arriba, chiquito, luego llegamos aquí, donde se ha logrado tener más espacio. El Wayna funciona como un colectivo con una base de diez personas, con otros veinte que están apoyando, sustentando la radio con sus programas, la casa cultural”, cuenta.
Todo se autogestiona a través de la venta de libros y cds que se graban en un acuerdo con el estudio Pro Audio de La Paz, donde artistas, radio y sello se reparten los costos y la distribución. Hay bandas de heavy metal como los Scoria, o punk, como los Tuberculosos, y también orquestas de música tradicional. Pero el género que más interesó a Manu Chao cuando visitó la radio el año pasado fue el hip hop, que tiene en Ukamauyque uno de sus principales representantes.







¿Cómo es tu propuesta?
Yo hago un rap con contenido social a partir de nuestro ámbito acá en la ciudad del Alto
Lo que nos vende el imperio es un hip hop comercial, un hip hop gansta, yo tengo mi pistola, tengo mi auto, tengo mis mujeres, mi auto rebota… y todos los chicos quieren imitar a ese tipo, quieren vivir una realidad falsa, que aquí no vivimos. Aquí estamos viviendo otro panorama, un proceso de una revolución democrática, un cambio. Aquí no estamos hueveando con un auto o una mujer. Mamazo si alguien va a cantar algo así.
Y al principio no nos hemos dado de cuenta que podía ser tan efectivo.
Hemos dicho: haremos letra. Tu mama es de pollera, de mi también, ¿porque no hacemos algo en aymara para que escuchen?
Muchos nos han criticado, pero una anécdota que ha quedado bien clavada en mi mente fue un vez que nos han invitado a la Federación de Juntas Vecinales del Alto. Estaban haciendo homenaje a los caídos de octubre negro. Cada grupo tenía que tocar dos temas. Subimos al escenario y empezamos a cantar Fusil Metralla que es dedicado a los caídos, con los beats bien yanquis. Y la gente aplaudió así no mas. Era un lugar de puro mayor, líderes sindicales y esas cosas. No eran hiphoperos. Ya para despedirnos, con mucho miedo, hemos cantado el tema en aymara. La gente se sentía identificada con lo que estábamos diciendo, y al mismo tiempo el beat ya no era yanqui sino más de pueblo originario. Había gente que le daban ganas de llorar al escuchar esa música, que los changos estén cantando en su lengua. Acabamos el tema y la gente nos pidió otra. Hemos terminado cantando cuatro temas. Una alegría. Eso me ha ayudado a reafirmarme en lo que estamos haciendo.
Bien interesante es esto, porque te pones e pensar como se logra agarrar esta música de tantos años que ha resistido como la música de los pueblos originarios y mezclarla con una música que esta viniendo, hasta de moda, porque todos ahora quieren ser hiphoperos, vestirse de ancho, y juntar ambas cosas con una visión de valorar la cultura andina y abrir nuevas puertas con una música que es supuestamente yanqui.
Por ejemplo la trova ha tenido su tiempo, su momento, pero en estos momentos quererles meter trova a los changos no encaja. Cada música tiene su tiempo.

¿Y cómo les ha influido en el movimiento la guerra del gas?

En la ciudad del Alto la movida hiphopera se ha fortalecido. Era jodido ver morir a tus cuates, primos, familiares, cayéndose como muñecos. Y lo mas triste ver que tus mismos hermanos, que son los militares, que son la gente pobre que no ha podido estudiar para ser coronel y quedarse en su oficina mandando, o los mismos policías, mucha gente que es de los pueblos originarios, combatiendo con el mismo pueblo.
Y no fue la guerra del gas, como se dice, fue la masacre del gas. Porque si hubiera sido la guerra del gas hubiéramos estado nosotros con armas y los militares con armas, eso hubiera sido de igualdad.
Después de eso se ha armado una comunidad acá de hiphoperos, hijos de mineros, chicos que han estado siempre en la calle, en la batalla, y han encontrado su norte. Mas allá de decir: soy pandillero, te voy a matar, soy un ganstarap, mas bien empezaron a decir: le golpeamos al Goñi con nuestras líricas.
Desde ese momento el joven ha sido ya visto bien. Porque había mucha discriminación. Yo vivo en el Alto, decías. Puta ¿como vas a vivir en el alto?, hay puro campesino, puro indio, puro maleante. Con tanto odio te decían. ¿Y tu mamá de qué es? ¿de pollera? ¡Ah! hijo de chola. Bien fuerte, bien feo el racismo. Todavía sigue habiendo pero no tan fuerte como antes.
Ahora se ve de otra manera. ¡Ah! Los jóvenes del Alto también habían sabido hacer música o teatro, bien alabado el joven del Alto entonces. Han ido cambiando muchas cosas, como ya sentirse orgulloso de ser hijo de una madre de pollera, una chola, de ser descendiente de aymara, originario.

¿Y eso ahora se fortalece con la presidencia de Evo Morales?

Es un paso que no es tampoco gracias al Mas, o al presidente Evo Morales. El proceso que se está viviendo es gracias al pueblo. Entonces cosas que el pueblo hace quieren confundir, dicen: son gente del Evo Morales.
Muchas veces lo que quiere hacer la elite fascista es hacer creer que el poder que tiene ahora el presidente es gracias a él mismo. Hay que joderlo al Evo y que no pase nada aquí. Pero si pasa eso se van a tropezar con el pueblo, que ya ha tenido varias batallas, la guerra del agua, marchas por la vida, octubre, 3 de febrero...
Lo bueno es la experiencia que hemos ido sacando, que mucha gente sin ser estudiante en ciencias de la política o esas cosas ha participado en la lucha callejera, ahí hemos aprendido más a ser analistas. Rápido la gente se da cuenta quien está mamando, quien está diciendo la verdad.
Para ir construyendo hay que ir armando más cositas que lleguen, pero no por el lado político. Yo creo que he tropezado en eso, en tratar de convencer a mis amigos de lo político, la revolución, y he hecho que se alejen cada vez más, he perdido soldados.
No es solo decir la revolución, lo político, un discurso que se ha vuelto, hay que buscar otras formas no directas, porque el joven no quiere saber de política o las noticias que están pasando en el Congreso. Los discursos de esos cabrones políticos no son tan entendibles, son elitistas. Y es bien complicado, porque a partir del momento que te pierdes del discurso, te jodes. Ahí es clave el video y el audio, y empezar por la educación, la comunicación, que son las claves para construir un mundo mejor, como los zapatistas que tienen su propia escuela.
Cada vez te dicen: gracias a Cristóbal Colon somos civilizados, gracias a él ahorita hablamos castellano, sino hubieras seguido siendo indios, indígenas. Es una palabra mala, viene de indigente. No te dicen que Cristóbal Colon era un ladrón que se robaba la plata y el oro por montón, que se violaba las mujeres, que ha traído la religión para someter. Hasta ahora siguen hueveando en las escuelas, y así nos van construyendo conformistas. Porque el profesor es un opresor. Porque alguien le quiere dar la contraparte y dice: yo soy profesor y tú eres alumno, un tipo sin luz. Desde ese momento estamos entrando a un lugar de sometimiento y conformismo que es parte del sistema donde quieren que todos pensemos igualito. Si vos no piensas igualito vos tonto eres. Y el profesor explica en el pizarrón y pregunta: ¿quien no ha entendido? Todos se miran, y uno levanta la mano. Miren alumnos, no sean iguales que este niño tonto, dice el profesor. Y toda su perspectiva de aprendizaje se ha derrumbado. Es una forma de joderte que hasta ahora lamentablemente sigue y creo que hay que buscar otras formas. Porque lo más importante para avanzar y construir un mundo nuevo es la comunicación y la educación.

Ustedes los hiphoperos cumplen la función de comunicadores.

No solo el hip hop, sino el rock, el punk, y las mismas músicas de los pueblos originarios. Imaginate, por mas de 500 años sigue resistiendo, el aymara, el quechua, no los han podido eliminar. Eso me parece una revolución, y no es de ahora. Lo medios no dan cobertura a la base, solo dan cobertura a los líderes. Nosotros agarramos en nuestras letras lo que las bases quieren decir y hacemos que eso se pueda difundir por la música, llegar a mucha gente, no solo de clase media baja, sino de todos los medios sociales, romper esas fronteras de nosotros somos pobres vos eres rico. Es una llave de unión, de integración.
Ahorita nosotros estamos en una situación bien difícil porque estábamos viviendo en una oscuridad, y ya esta por salir el sol. Es el lugar más difícil, el amanecer, por eso es que quieren armar pleitos, peleas. Pero va a amanecer ya, de eso se trata. Y no es momento ser pesimista o radicales. Ser radical puede perjudicar esta cosita que esta avanzando poquito a poquito, con calma pero seguro.





PD in memorian (publicado en Sudestada en Agosto del 2009)

Ahí, precisamente ahí, al límite del altiplano, en medio de un frío capaz de llegar al alma del cuerpo más duro (morrudo, papacho), justo antes de que la carretera a La Paz se desbarranque en una interminable bahía de luces de cemento, los inmigrantes aymaras y quechuas del campo y las minas comenzaron algún día a agolparse en un laberinto interminable de callejuelas repletas de casas de materiales a la vista y puestos de ventas distribuidos con ese singular azar que tienen los mercados bolivianos.
En El Alto, como en cualquiera de las periferias urbanas de este sangrante presente globalizado, la búsqueda de prosperidad económica queda entrampada en un tejido de costumbres arraigadas que se choca con el frenético caminar de los tiempos que corren.
Ahí, precisamente, ahí, donde las luchas sociales indígenas de Bolivia han tenido algunas de sus más cruentas pero victoriosas batallas, concentrando las esperanzadas miradas en este proceso histórico que encarna Evo Morales, lo conocí a Abraham Bojorquez.
Uno de esos tipos destinados a ser fantasma, espectro, margen, derrame, residuo estadístico. Otro de esos tipos, que a pesar del hambre, no le dio por comer resignación.
Fundador de la radio comunitaria Wayna Tambo, uno de los motores más aceitados de la resistencia cultural y política del alto, gestor cultural y líder del grupo de hip hop Ukamau y Ke.
“Yo hago un rap con contenido social a partir de nuestro ámbito acá en la ciudad de El Alto. Lo que nos vende el imperio es un hip hop comercial, yo tengo mi pistola, tengo mi auto, tengo mis mujeres, mi auto rebota… y todos los chicos quieren imitar a ese tipo, quieren vivir una realidad falsa, que aquí no vivimos. Aquí estamos viviendo otro panorama, un proceso de una revolución democrática, un cambio. Aquí no estamos hueveando con un auto o una mujer. Mamazo si alguien va a cantar algo así.
Hemos dicho: haremos letra. Tu mama es de pollera, de mi también, ¿porque no hacemos algo en aymara para que escuchen?”, me explicó aquella vez sorprendido por el alcance que su música tenía no sólo en los jóvenes de la calle, sino también en los viejos dirigentes sociales y sindicales. Una alianza revolucionaria para un movimiento revolucionario, como tantas otras alianzas, redes, de esas que Abraham y todos los entrometidos de siempre gustan tejer.
Y así fue, lo que pretendía ser una entrevista periodística, terminó siendo un interminable intercambio de noticias y materiales de aquí y allá (verdades de esas que el poder se empeña en ocultar). En varios encuentros en El Alto o el Sabrosito de La Paz, en medio de un incesante ir y venir de sueños y proyectos, tuve la esperanzada suerte de conocer a otro de esos incansables entrometidos que algún día pueden cambiar la suerte de este sangrante presente globalizado.
Por eso, una vez más, no puedo dejar de levantar la ceja sospechosa, la ceja alerta, cuando alguien me cuenta que Abraham Bojorquez, con sus 25 años, fue encontrado muerto en una morgue de La Paz. La versión oficial dice: atropellado por un auto.
Ukamau y Ke. En aymara dice: Así las cosas ¿y que?

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