Charlas del Monte IX
Yacanto
Dawn: La tierra
prometida II
Dibujo: Nicolas Masllorens El Dibiajante
JIPIS
HABEMUS TERRENUS. La señal fue esparcida convenientemente.
Finalmente convencí una familia, tres jipis solteros y una cineasta.
Dos eran familia de sangre (mi hermano Teo y mi hermana Pepa), los
otros familia del Camino. Todos formaban parte inestable de la
Domingo Quispe Ensamble. Con Pablito y Nati nos habíamos conocido en
La Paz y habíamos viajado muchos años por Sudakamérica. Esas
convivencias que forjan una amistad a fuerza de todo. Había sacado
al Manu en brazos por Vicente López y viajado a Bolivia. A la Mora
la curtí menos, pero los dos estallábamos de amor al vernos.
“Tiooooooo, tiooooooo”. El Colo y Fede eran amigos de infancia
del barrio, en la zona sur de Rosario. Al Colo lo conocí en Buenos
Aires haciendo teatro. Era ingeniero informático pero andaba
incursionando en el mundo jipi. Tras sendos fracasos en los rubros
manager de bandas musicales, productor de obras de teatro y vendedor
de empanadas, estaba incursionando en el rubro cosmética natural en
paralelo a su actividad como productor y aprendiz de ceremonias de
ayahuasca. Fede había vivido en Europa y era profe de educación
física. Ya la había politicojipiado. Laburaba con talleres de murga
y otros menesteres en los barrios de Rosario con el Frente Popular
Darío Santillán y era parte del Movimiento Cajonardi, que tras
vender verdura y productos de la economía social, ahora se dedicaba
a producir cerveza a través de su marca El Llano.
La
semana chanta nos convocó a todos en la Caza Pozo de San Javier,
donde también habitaba a esa altura Suipacha Kamacho, mientras lo
ayudaba al Jipi Matias a desmontar su terreno en San Javier abajo.
Habiamos juntado para una hectárea y tres cuartos, pero justo en la
feria la Maria (matriarca del jipismo en Yacanto Abajo) nos presentó
a Gabi, Vani e Inau. Taban buscando tierra. Parecía linda gente.
Fuimos todos juntos a ver al Pacheco por dos hectáreas. Entre
charlas del Che, el glifosato, el cuidado del monte, volviendo a
aclarar que había tenido muchos ofrecimientos de compra, hasta de un
tal Wrangler, gringo terrateniente de la zona amigo de Macri y
Lewis…Pero él (el Pacheco) no quería vender pa sembrar soja o
construir cabañas. Que a nosotros sí, porque sabía que íbamos a
usar la tierra para construir nuestros ranchos y tener una huerta o
gallinas. Buenos vecinos quería.
Nos
ofreció una tierra más barata y extensa. Pero no tenía agua y
estaba lejos. Fuimos todos amontonados en su viejo Peugeot 504. Dijo
que la plata de los terrenos la iba a usar para ir con sus hijos a
Machu Pichu. Recorrimos los terrenos linderos al Uli. Desde el camino
de tierra hasta el río seco. Monte, sino impenetrable, al menos
desorientador. Nos decidimos tras largas deliberaciones por las dos
hectáreas que estaban a la mitad. Quedaba una al lado del Ulises y
Barbi, y otra lindera al río seco. El San Javier.
Cuando
estábamos tomando mate con el Pacheco en lo del Uli celebrando el
acuerdo, llegaron Guille y Ana, psicolocos ayahuasqueros, padres de
una amiga de Nati. Taban buscando tierra. Preguntaron. El Pacheco
dijo que le vendía. Pero mínimo una hectárea. Y que para ellos el
precio ya era cincuenta lucas. (Bastante poco pal renault último
modelo que manejaban y las 200 lucas que le había ofrecido una amiga
en Villas de las Rosas). Dijeron que sí. Pregunto el Guille por el
camino interno. “No se preocupe”, dijo el Pacheco, “yo se los
hago con el tractor”. Y además anunció que nos iba a regalar una
hectárea para hacer “la plaza de los niños”. Una vez hecho el
camino interno, ante nuestro eterno agradecimiento (que empezaba a
ser constante), el Negro pidió solo un favorcito: “Me gustaría
que la calle se llame Ernesto Che Guevara”.
Al
rato cayo un amigo de Ulises de Tandil, y otro de Lujan, y el papá
del Fede, y una pareja de Buenos Aires que ya vivían por los pagos,
Martín y Sofi, con otra pareja más, Diego y Ale, y un solterito,
Catriel. El Rodo, palito bombón pelado. Unas maestras de La Plata,
una chica peruana, un gringo de nombre York, una amigo de teatro del
Colo, una amiga de Pepa, y seguro, siempre preso, alguien se pierde
en la cartografía no trazada de Yacanto Dawn.
Después
el Colo le vendió a Juancito, Graciela y Pini. Mateo le vendió a
Guille y Gabi (rosarinos, del Movimiento Cajonardi y el Oso Kofan
Tour). Después de una par de vericuetos legales y tramoyas
políticas, el Jipi Matías terminó con la Belén, Nuri e Inti a
unos veinte minutos de caminata por el monte. Vecinos honorarios.
Igual que el Kamacho. Y Carlitos y María. Uli, Barbi, León,
Salvador, Gabi, Vani, Inau, Martín, Sofía, Clarita, Fidel, Juan,
Graciela, Pini, Santi, Juli y esa criatura que por reciente no puedo
recordar su nombre, ya tienen casita y viven ahí. El Fede arrancó
con el rancho pero después se fue a visitar a la Potona a Andalucía
y se quedaron allá. Hace poco vinieron a visitarnos con Azul y le
pusieron techo a la construcción. Yo vivo eternamente en una
ranchada o tatusera mientras hago lentooooo mi rancho. Ana y Guille
se hicieron una casa y vienen de vez en cuando. A veces vienen sus
hijos. También hicieron alambrado (gran controversia barrial)
También tenemos el Paraíso de Maxi o Artur Paradise, una cabaña
que hizo el Arturo (el papá de Fede, en realidad la cabana se la
hicieron Guille, Fede, Lucho, Santi, Gabi, Vani y un par mas) y donde
a veces vienen ellos, a veces turistas, otras nuestros familiares o
amigas, otra nos refugiamos nosotros, a veces hostel, a veces
camping. El conserje: el gran Jipi Matias.
Y
asi avanza lento el barrio, con algunos hitos como el 1 de Mayo en lo
del Negro Pacheco o fin de año o día de la madre en lo de Tere,
unas cuatro asambleas dispersas, algunas mingas, herramientas que van
y vienen, entredichos, peleas y festejos, organizarnos pa traer el
agua y hacer un puente, pa ver que hacer con las vacas come huertas,
árboles y plantas de marihuana (por suerte el Pacheco una vez más,
como buen benefactor puso un alambrado al fondo), y bueno, así sin
querer, como colonizadores de un nuevo territorio, como herederos de
nuestros pasados mutantes, como esperanzadores forjadores de un mundo
nuevo que cuesta llegar. Así, sin querer, se creó Yacanto Dawn. A
veces se nos da por pensar que es un proyecto del Pacheco, que
vendría a ser una especie de dios paisano, que junto a todos estos
locos y locas a ver que pasaba. Que todavía se ríe de nuestros
problemas, esfuerzos, fracasos, alegrías, intentos, nuestra
incapacidad mutante de ponernos de acuerdo, aunque sea pa terminar
los arcos de fútbol. Pero todavía hay proyectos: una huerta
comunitaria, una panadería comunitaria, la bendita plaza de niños,
el cartel que da nombre a la calle, invitar al Pacheco y la Tere a un
asadazo, el Tupinambur Fest y la murga: Los mogólicos de Yacanto.
Aclaración
o Advertencia: Por si no se dieron cuenta pero estas charlas,
relatos, columnas, son ficción. Ciencia Ficción Jipi
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