San Pedro, barrio de Pescadores.

Texto de Tomás Astelarra. Fotos de José Gonzalez
Definitivamente es una de esas comunidades
destinadas a desaparecer. Al ladito de la autopista, debajo del puente General
Manuel Belgrano, que une Corrientes con Resistencia, cercada al este por el Río
Parana y al oeste por un grupos de improvisadas lagunas sin nombre. Nos recibe
un puesto de policía, un altar del Gauchito Gil, dos torres con cables de alta
tensión y un enorme árbol de cemento con una publicidad de cerveza que anuncia:
“Estas entrando en un territorio buena onda”. Obviamente no está dirigida a los
pobladores de San Pedro, sino a los conductores de los vehículos que atraviesan
velozmente su marginal realidad.
“Barrio de Pescadores”, dice un mural un
poco más allá. Nos internamos por las callecitas de colores entre los carteles de venta de
pescado o nafta, una pequeña plaza con juegos para niños, un dispensario, una
escuela, varias tiendas de bebidas y comestibles y un laberinto de ranchos por
donde nos inmiscuimos hasta dar con Moralito.
“Este es un lugar hinóspito”, aclara
mientras improvisa en su patio una mesa con pan, un frasco de lengua a la
vinagreta y una caña con ruda para atender a los invitados, “todavía seguimos
esperando que en vez de promesas el estado vengan a construir. Como yo construí
mi casa, sin nada, aprovechando la oportunidad que te da el lugar”.

“Soy el hombre más feliz del mundo,
dificulto que halla otro más feliz, hago lo que quiero, como lo que quiero,
tomo lo que quiera, voy donde quiero. Cuando yo vine hace 24 años, acá era todo
monte y la zona era abundante porque estaba el río y la laguna, donde los peces
crecen tranquilos. Había suribí de treinta kilos, manguruyú o yacaré, y
carpinchos. Ahora hay poco bicho porque los han matado los cazadores furtivos. Y
el río cada vez hay menos pescados por la represa de Yacireta y la basura que tiramos.
El pescado se alimenta de eso y se enferma. Y en época del verano la gente se
baña y algunos le han salido granos o enfermedades. La misma arena que está
contaminada”, explica.
Un
barrio de inundaciones
Desde que construyeron Yacireta el río anda
bravo, cuando rebalsa produce inundaciones o se come sus propios márgenes,
arrastrando las casas. Entre 2011 y 2013 el agua erosioné entre 7 y 8 metros
del albardón. Ahí nomás a metros de la casa de Moralito una barranca con
algunas ruinas de cemento muestran el desastre. Los vecinos intentan contener
la crecida con bolsas de arena, pero no es suficiente. Del estado ni noticias.
San Pedro, bautizado en honor al apóstol
pescador, surgió como asentamiento en la crecida del 82. Entonces el gobernador
de facto José David Ruiz Palacios hizo edificar 35 casillas y un centro de
salud que aún perdura. Actualmente son entre 2000 y 3000 habitantes, si se
cuenta Puerto Antequera. La mitad son pescadores, además de las mujeres e hijos
que ayudan vendiendo. La cabecera administrativa esta en Colonia Benitez, 17 km
por camino de tierra que los sanpedrinos tienen que atravesar para cualquier
tipo de trámite. Por la ruta que atraviesa el barrio Corrientes está a 1.700
metros, Barranqueras a 6km, y Resistencia a 9 km.
“Desde que yo vivo acá hubo tres
inundaciones. La gente llega y arma sus ranchos con cartones y plástico al lado
de la Sede de los Pescadores. Cuando baja el agua vuelven a sus casas, pero
algunos se quedan. Si vienen 300 se quedan 50 y asi se va llenando el barrio”,
relata Moralito. Tanto ir y venir desdibuja la identidad del barrio. “Yo le he dicho a los pintores que va a
costar concientizar a la gente. Ya nadie usa el pozo, tiran la basura al río, y
hay muchos que usan redes antirreglamentarias, pescan y venden dorados de
apenas 2 kilos sin saber que atentan contra su propia fuente de trabajo. Cuando
fue lo del Casino la gente decía: mi hijo, mi hija, todos van a trabajar. Pero
yo le decía que las empresas traen sus personal especializado, ¿que van a
contratar pescadores que no tienen cultura, que van hasta quinto grado y
abandonan la escuela porque tienen que ir a pescar. Para una empresa esa gente
es inculta, terminan limpiando los baños”, dice
Moralito entra a la pieza y sale con un ejemplar
que compró en la Feria del Libro “La patria saqueada” de Nestor Forero.
“Bonaerense”, aclara.
En el 2010 Lotería Chaqueña llamó a
licitación para emplazar un centro de entretenimiento, casino, salón de
encuentros y espectáculos, salas de cine, restaurante, confiterías y
estacionamiento para 400 vehículos en el predio donde se yergue San Pedro. La
gente del barrio se negó. Y ahí empezaron los problemas.
El
Casino

“Surgió de golpe lo del Casino”, relata el
dirigente barrial sentado en un banco de la plaza. “Hicimos una reunión masiva
con los vecinos y algunos explicaron el tema. Entonces se propuso armar una
comisión, porque nos dimos cuenta que parecía todo con intención de sacarnos de
acá. Vinieron a querer tomarnos por tontos. El gobierno le había dado 3 ha al
concesionario donde hay 60 casas, y empezaron a haber rumores que nos iban a trasladar
al lado del aeropuerto o frente al Supermercado Libertad. Y así nos fuimos
reuniendo por las noches, organizándonos, buscando información, pidiendo al
gobierno que nos dé explicaciones. Finalmente decidimos hacer una protesta al
lado de la ruta, compramos tela, pintura, hicimos los pasacalles, repartimos
volantes explicando nuestra situación. Después vino lotería chaqueña y empezó a
dividir a la gente, a decir que iba a haber trabajo, que iban a hacer una
defensa para la costa. Pero era todo mentira, la defensa solo cubría la zona
del casino. Por suerte la mayoría no le creyó. Entonces empezaron a mentir por
los medios de que los vecinos habían aprobado el proyecto. Así que tuvimos que
empezar a desmentir, nos fuimos a la fiesta del Dorado a protestar. Y tuvimos
que utilizar estrategias porque nos querían parar con la policía, y les dijimos
que íbamos de parranda, pero mandamos los pasacalles antes con unas motos. Y
cuando se había juntado bien la gente sacamos los pasacalles que decían: “Señor
gobernador respétenos” o “No al casino, respeto a las familias del barrio de
los pescadores” o “Trabajo si, timba no”. Y ahí la policía nos apretó, pero
nosotros le dijimos que estábamos en un lugar público, y nos amenazaron que nos
iban a meter algo en los autos y los choferes se asustaron, y yo les dije que
como mucho íbamos a durar un par de días en cana y nada más. Después
seguiríamos con la lucha”.
Los ires y venires fueron innumerables,
incluyendo amenazas y agresiones a los vecinos y periodistas, documentalistas o
muralistas que los apoyaban, sobornos a pobladores con becas y bolsas de comida,
mientras que Lotería Chaqueña le regalaba equipos de música y computadora a la
directora de primaria para ponerla de su parte. Pero los pescadores ya habían
encontrado apoyo en los medios, algunas ongs y la oposición política.
Finalmente el gobierno decidió dejar sus planes en veremos. “Mostramos todas
las irregularidades que tenía el proyecto. Pusimos un recursos de amparo y
armamos dos nuevos proyectos, unos para declarar al barrio patrimonio histórico
y otro para independizarnos como municipalidad”, cuenta Walter.
Tres años después del incidente el estado
sigue sin aparecer, si bien el gobierno dice tener aprobado el proyecto de
construcción de la defensa, la plata no aparece. “Vamos a tener que cortar la
ruta. No es que nos guste, pero es la única manera. Así conseguimos el
dispensario y la escuela, y un subsidio para los pescadores en los meses de
veda. Así impedimos que se construyera el casino. Como la tenemos al lado la
ruta, para nosotros es fácil “
Plara
Fácil

El mismo año de la pelea con el gobierno
por lo del Casino estudiantes y profesores de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Nacional del Noreste habían presentado en el barrio un proyecto que
luego fue abandonado por el gobierno, para crear un acuario para 200 especies
del río Paraná, centros de estudios biológicos, cívicos y de salud, siembra con
larvas de especies originarias y planes para mejor la producción, acopio y
elaboración del pescado. Además planeaba viviendas palafíticas para los vecinos
de zonas bajas, pasarelas en la ribera, la construcción de un aviario, un
llamado patio de cerveza donde se pudieran degustar platillos de productos del
río, junto a expendios de pescado en conserva y artesanías, además de instalar
bungalows sencillos para turistas.
“No es tan difícil”, asegura Walter, “es
que esto es un paraíso por el paisaje, la naturaleza, los humedales, y no
quieren que los pobres ocupemos un lugar tan hermoso. Nosotros queremos trabajar
con turismo sustentable, hacer paseos que muestren la biodiversidad del lugar,
crear una residencia para artistas que ayuden a mantener los murales que ahora
identifican al barrio y organizar la Fiesta del Pescador. Yo leí que en los
humedales de Colombia se juntaron varias comunidades y con este tipo de
proyectos pudieron crear 8.000 puestos de trabajo. Hay un montón de propuestas
lo que pasa es que a los políticos les gusta la plata fácil, construir casinos,
hoteles o edificios, desplazando a la comunidad”.
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